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| - thumb|276pxEn el mundo industrial de Iriad IV, situado al borde del Ojo del Terror, la Compañía del Capitán Revellion, del Capítulo Astartes de los Caballeros de Ébano, se enfrentó a una invasión de los Devoradores de Mundos en la que el índice de bajas se disparó en ambos bandos. La batalla asoló el planeta, hasta que no quedó en liza ni siquiera media Compañía de guerreros por bando. Mientras los Devoradores de Mundos se deleitaban con la sangre de sus camaradas, el Capitán Revellion fue presa de la desesperación por la pérdida de tantos hombres, y lanzó una plegaria hacia la noche.
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abstract
| - thumb|276pxEn el mundo industrial de Iriad IV, situado al borde del Ojo del Terror, la Compañía del Capitán Revellion, del Capítulo Astartes de los Caballeros de Ébano, se enfrentó a una invasión de los Devoradores de Mundos en la que el índice de bajas se disparó en ambos bandos. La batalla asoló el planeta, hasta que no quedó en liza ni siquiera media Compañía de guerreros por bando. Mientras los Devoradores de Mundos se deleitaban con la sangre de sus camaradas, el Capitán Revellion fue presa de la desesperación por la pérdida de tantos hombres, y lanzó una plegaria hacia la noche. Horas después, salió de las sombras cubierto de sangre de pies a cabeza y portando una Espada Sierra en cada mano. Sus hombres gritaron de júbilo al ver que había caído hasta el último de los invasores, pero su sensación de victoria solo duró un momento, pues el Capitán, imparable y fuera de sí, se abrió un camino de muerte y destrucción a través de los Caballeros de Ébano. Y no se detuvo ahí, sino que siguió atacando a todo lo que se movía, incluso a su propio reflejo. Distrito tras distrito del planeta fue asolado por el pacto de Revellion con Khorne, hasta que la población que quedaba aún con vida fue evacuada y el planeta declarado Perditas.
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