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| - ño 125 de la Tercera Era
Se ha especulado mucho acerca de la fecha exacta de la ejecución de la emperatriz Kintyra Septim II en la torre del castillo de La Cañada. Si bien algunos creen que fue asesinada poco después de su encarcelamiento en el año 121, otros sostienen que la mantuvieron con vida, secuestrada, hasta poco antes de que su tío Céforo, rey de Gilane, reconquistara la parte occidental de Roca Alta en el verano del año 125. Con el fallecimiento de Kintyra, muchos fueron los que se opusieron a la Reina Loba Potema y su hijo, que había ascendido al trono con el nombre de emperador Uriel Septim III cuatro años antes, cuando invadió la desprotegida Ciudad Imperial.
Céforo concentró a su ejército en la guerra de Roca Alta, mientras que su hermano Magnus, rey de Lilmoth, condujo a sus tropas argonianas a través de Morrowind hasta Skyrim, para combatir a Potema en su propia provincia. Las tropas de reptiles lucharon con ahínco durante los meses de verano mas, durante el invierno, se retiraron hacia el sur para reagruparse y atacar de nuevo cuando el clima fuera más suave. En estas condiciones, la guerra se prolongó durante dos años más.
Asimismo, en el año 125, la esposa de Magnus, Hellena, dio a luz a su primogénito, un niño al que bautizaron con el nombre de Pelagio, en honor al emperador progenitor de Magnus, Céforo, el último emperador Antíoco y la temible Reina Loba de Soledad.
Año 127 de la Tercera Era
Potema, sentada sobre suaves cojines de seda en la cálida hierba situada frente a su tienda, observaba la salida del sol que comenzaba a iluminar los oscuros bosques al otro lado de los prados. Era una mañana especialmente bonita, típica del verano de Skyrim. Los insectos zumbaban a su alrededor y el cielo estaba cubierto de cientos de pájaros multicolores que revoloteaban y realizaban múltiples acrobacias. La naturaleza desconocía la inminente guerra que se desataría en Estrella del Halcón.
"Su alteza, ha llegado un mensaje del ejército localizado en Páramo del Martillo", dijo una de sus sirvientas, acompañada de un mensajero. Su falta de aliento, así como el sudor y barro que cubrían su cuerpo, evidenciaban el largo y apurado viaje que había realizado a lomos de su caballo durante kilómetros y kilómetros.
"Mi reina", dijo el mensajero, con la cabeza gacha, "traigo trágicas noticias relativas a tu hijo, el emperador. Se topó con el ejército de tu hermano, el rey Céforo, en Páramo del Martillo, en la campiña de Ichidag, y allí se desató la batalla. Deberías sentirte orgullosa pues luchó con bravura, pero finalmente, el ejército imperial fue derrotado y tu hijo, nuestro emperador, capturado. El rey Céforo lo va a llevar a Gilane".
Potema escuchó las noticias, frunciendo el ceño. "¡Ese pobre ignorante!", dijo al fin.
Potema se irguió y dio un paseo por el campamento, donde los hombres se armaban para la batalla. Hacía tiempo que los soldados comprendieron que su señora no era muy ceremoniosa, y que prefería que estuvieran trabajando en lugar de saludarla. Lord Vhokken estaba ante ella, reunido con el comandante de los magos guerreros, analizando una estrategia de última hora.
"Mi reina", dijo el mensajero, que la había estado siguiendo. "¿Qué vas a hacer?"
"Voy a ganar la batalla contra Magnus, a pesar de que su posición sea más ventajosa gracias a dominar las ruinas del castillo de Kogmenthist", dijo Potema. "Y cuando sepa lo que Céforo pretende hacer con el emperador, actuaré en consecuencia. Si pide rescate, lo pagaré; si desea cambiarlo por mí, así se hará. Ahora, por favor, toma un baño y descansa, e intenta mantenerte alejado de la guerra".
"Las circunstancias no nos son favorables", dijo lord Vhokken cuando Potema entró en la tienda del comandante. "Si atacamos el castillo desde el oeste, seremos presa fácil para sus magos y arqueros. Si procedemos por el este, tendremos que atravesar las ciénagas, y los argonianos se defienden mejor en ese tipo de terreno que nosotros. Mucho mejor".
"¿Y qué hay del norte y el sur? ¿Tan solo hay montañas, no es cierto?"
"Así es, alteza, pero muy escarpadas", dijo el comandante. "Deberíamos enviar arqueros a esa zona pero seremos demasiado vulnerables si enviamos la mayor parte de nuestras fuerzas".
"Lo mismo ocurriría en las ciénagas", dijo Potema, y añadió, pragmáticamente: "A menos que nos retiremos y esperemos a que ellos vengan para comenzar la batalla".
"Si esperamos, Céforo traerá su ejército desde Roca Alta, y estaremos atrapados entre los dos ejércitos enemigos", dijo lord Vhokken. "No deseamos que eso ocurra".
"Informaré a las tropas", dijo el comandante. "Preparémoslas para el ataque en las ciénagas".
"No", dijo Potema. "Yo hablaré con ellos".
Completamente equipados para la batalla, los soldados se reunieron en el centro del campamento. Era un grupo de hombres y mujeres de lo más variopinto: de Cyrodiil, nórdicos, bretones, dunmer, jóvenes y veteranos, hijos e hijas de nobles, tenderos, siervos, curas, prostitutas, agricultores, académicos, aventureros... Todos ellos bajo la bandera del diamante rojo, el símbolo de la familia imperial de Tamriel.
"Amigos", dijo Potema, cuya voz resonó en la quietud de la neblina matutina. "Hemos luchado juntos en muchas batallas, en cimas de colinas y en playas, en bosques y desiertos. He presenciado actos de valentía de cada uno de vosotros, los cuales llenan de orgullo mi corazón. También he sido testigo de enfrentamientos sin piedad, ataques por la espalda, actos de violencia crueles y gratuitos, que me satisfacen en igual medida pues todos sois guerreros".
Llena de entusiasmo, Potema recorrió las filas de soldados, mirando a los ojos a cada uno de ellos: "La guerra está en vuestra sangre, en vuestro cerebro y músculos, en todo lo que pensáis y hacéis. Cuando esta guerra vea su fin, cuando las fuerzas que intentan negarle el trono al auténtico emperador, Uriel Septim III sean derrotadas, es posible que dejéis de ser guerreros. Puede que volváis a la vida que teníais antes, a vuestras granjas y ciudades, y mostraréis vuestras cicatrices y contaréis las hazañas que realizasteis hoy a los asombrados vecinos. Pero hoy, no os equivoquéis, hoy sois guerreros. Hoy sois la guerra".
Comprobó cómo sus palabras surtían efecto. A su alrededor, los ojos inyectados de sangre se concentraban en la inminente carnicería y los brazos se aferraban a las armas. Continuó, gritando todo lo que podía: "Avanzaréis por las ciénagas como si de una imparable fuerza de lo más oscuro de Oblivion se tratara, y le arrancaréis las escamas a esos reptiles en el castillo de Kogmenthist. Sois guerreros y no os debéis conformar con luchar, debéis vencer. ¡Debéis vencer!"
En respuesta a estas palabras, los soldados bramaron, espantando a los pájaros que se alojaban en los árboles que rodeaban el campamento.
Desde una posición estratégica en las colinas del sur, Potema y lord Vhokken gozaban de una vista privilegiada del desarrollo de la batalla. Semejaban dos nubes de insectos de dos colores que se movían alrededor de un punto negro, que eran las ruinas del castillo. De vez en cuando, divisaban explosiones de fuego y nubes de ácido provocadas por los magos que parpadeaban en el campo de batalla, empero hora tras hora, la lucha no era más que caos.
"Se aproxima un jinete", dijo lord Vhokken, rompiendo el silencio.
La joven guardia roja lucía el emblema de Gilane pero portaba una bandera blanca. Potema le permitió que se acercara. Al igual que el mensajero de aquella mañana, estaba agotada del viaje.
"Su alteza", dijo sin aliento. "Me envía tu hermano, mi señor el rey Céforo, para transmitirte malas noticias. Tu hijo Uriel fue capturado en Ichidag, en el campo de batalla, y llevado a Gilane".
"Ya estoy informada de todo eso", dijo Potema con desdén. "Dispongo de mensajeros propios. Dile a tu señor que cuando gane esta batalla, pagaré el rescate que pida por su liberación".
"Su alteza, una multitud enfurecida se cruzó con la caravana que portaba a tu hijo antes de llegar a Gilane", dijo la jinete con presteza. "Tu hijo está muerto. Lo quemaron dentro del carruaje. Está muerto".
Potema apartó la vista de la joven y fijó su mirada en la batalla. Sus soldados iban a vencer. El ejército de Magnus estaba en retirada.
"Tengo otra noticia más, alteza", dijo la jinete. "El rey Céforo va a ser proclamado emperador".
Potema no miró a la joven. Su ejército estaba celebrando la victoria.
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