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| - No es nuevo afirmar que los animales tienen una mejor percepción de lo desconocido que los seres humanos, quienes, después de despedirnos de nuestra mollera, somos menos perceptibles. Los animales presienten desastres naturales, huelen el miedo, y se dice que están más en contacto con el mundo espiritual. Los gatos son conocidos por ser veladores de almas. Por lo tanto, fue fácil creerle a una amiga mía cuando me contó esta anécdota dos días después de navidad acerca de su perro, llamado Plomo. Me dijo que había sido un regalo de cumpleaños de su ex novio. El perro era muy cariñoso y juguetón, y también era agresivo como todos los perros cuando veían un desconocido. Había sido un cachorrito travieso, según recuerdo. En más de una ocasión se había devorado los calcetines y las suelas de los zapatos de sus dueños. Alcanzó niveles magistrales un día, cuando consiguió subirse a la mesa en silencio mientras la mamá de mi amiga cocinaba y se comió las tortillas, la sopa y tres cuartas partes del pollo rostizado antes de que la señora se diera cuenta. Unas semanas después, consideraron que ya tenía el tamaño suficiente para vivir afuera. Plomo, como sea, tenía otra peculiaridad. Un rasgo inquietante, casi alarmante, que lo hacía extraño. De vez en cuando, mi amiga lo veía levantarse sin ningún motivo aparente; se quedaba completamente quieto, con la inmovilidad de una roca, con la vista fija en un punto en específico. Y no ladraba, no jadeaba, a penas se podía decir que respiraba. Esto pasaba de vez en vez en su casa, pero mi amiga me contó que lo hacía seguido cuando lo llevaba a pasear. Y no había excepción: ya sea que lo llevara al parque, al arroyo, a la caminata. Era casi natural que tuviera que detenerse porque el perro fijaría su vista en un lugar del recorrido. A veces se quedaba viendo un árbol; otras veces, una ventana, o una puerta. Una vez, se paró a la orilla del riachuelo y se quedó con la vista fija en algún punto de la otra orilla, y no importó que mi amiga se sentó en un banco a leer y terminó un capítulo entero: el perro se quedó ahí de principio a fin. Me dijo que lo más inquietante de esto era la forma en la que rompía ese estado de pausa. A veces, simplemente recuperaba la movilidad y se ponía a hacer cosas de perros. Otras veces, como sea, su cabeza comenzaba a girar, pero muy lenta y casi robóticamente, tan mecánico que parece un reloj; cualquiera diría que está viendo a alguien pasar, excepto que no hay nada en su campo de visión. Regularmente, este trance era roto por algún peatón que llamaba su atención más que lo que sea que estaba viendo y vuelve a la realidad; otras veces, simplemente pierde el interés y deja de seguir con la vista. Pero ella me dijo que, los peores de estos episodios se presentaban en su patio y de noche. Se levantaba y se quedaba con la vista fija, como él lo hacía; luego se ponía a aullar, y así podía durar hasta una hora. Llegue a ver ese perro, pero nunca lo vi hacer cosa semejante. Durante mucho tiempo mi amiga lo vio como un simple rasgo de la raza. Entonces llegó este horrible día cuando descubrió de lo que se trataba. Fue uno de esos días de trombas del 2013, cuando las inundaciones y los desbordamientos amenazaban con inmovilizar a toda Ciudad Juárez. Durante esos días, hubo suspensión de las actividades escolares y se les permitió a los estudiantes abandonar los planteles a temprana hora; se esperaba más lluvia durante la noche. Cuando ella llegó a su casa, había comenzado a caer una ligera llovizna y, por la apariencia de las nubes, parecía que iba a empeorar. Antes de abrir la puerta, ya oía el timbre del teléfono. Sus padres le llamaban para decirle que estaban en casa de su hermano mayor, y pedirle que metiera al perro y quitara la ropa del tendedero antes de que arreciara la lluvia. Ella lo hizo, pero no exactamente antes de que la lluvia arreciara. Para cuando terminó de meter la ropa, Plomo ya tenía todo su pelaje mojado. Ella lo dejó entrar en la casa y le puso algunos trapos sucios para que no mojara el piso. Mi amiga me dijo que comió, que fue a su cuarto para bañarse y ponerse una bata de dormir, y que cuando bajó, Plomo ya no estaba en su lugar. Ella lo buscó en el cuarto de la lavadora, ya que sabía que era su lugar favorito para esconderse cuando caía tormenta eléctrica. (Los rayos lo sobresaltaban) Sólo que él no estaba ahí tampoco. Al acercarse a la sala, pudo verlo parado en la puerta de la cocina. Se le acercó para llevarlo al cuarto de la lavadora, pero se detuvo cuando notó que estaba pasando por uno de sus episodios. Mi amiga se puso a temblar cuando me explicó como Plomo tenía sus ojos clavados sobre su hombro derecho, y estaba gruñendo. Ella nunca había estado en su campo de visión durante ninguno de estos episodios; pero, ahora que lo estaba, lo supo de inmediato, lo sintió en el estómago. Plomo estaba mirando la puerta abierta del cuarto de la lavadora que debía estar justo detrás de ella: no supo esto porque hubiera volteado a ver. De hecho, mi amiga se quedó tan inmóvil como el perro por el simple terror, y en esa inmovilidad pudo sentir una presencia a sus espaldas. El movimiento era casi nulo, pero ella lo captó en la atmósfera; muy lentamente alguien se le estaba acercando por detrás. Evitó incluso su propia respiración para quedar totalmente petrificada. Plomo emitía su constante ronroneo amenazador, algo que nunca había hecho, y esto le decía que la presencia en su espalda era más peligrosa que cualquier otra que su perro hubiera identificado. De repente, el espacio de tres o cuatro metros que la separaban de ese lugar junto a la puerta del cuartito y el marco de la cocina donde estaba Plomo le pareció infinito. "Ayúdame", susurró con voz temblorosa, lo que provocó que la presencia diera el siguiente paso y la rodeara de la cintura con un miembro invisible y apenas palpable. El ronroneo de Plomo aumentó tan solo un poco y mi amiga se echó a llorar en silencio. Decidió que se tomaría la siguiente oportunidad para romper la calma y correr hacia la cocina. Rezó y le pidió a Dios que, fuera lo que fuera, no pudiera leer los pensamientos ni fuera más rápido que ella. El siguiente trueno sería su señal de salida; esperó pacientemente con esa sensación en su cadera. Cuando escuchó el trueno e hizo el primer movimiento, sus peores miedos se cumplieron: el miembro la aferró y la haló hacia atrás. Ella se arrojó al suelo gritando y pataleando, pero el íncubo alcanzó a aferrarla de una pierna para llevarla arrastrando por el suelo mojado hacia la puerta abierta. Ella se aferró con todas sus fuerzas de una saliente en la pared para evitar que la metiera. Toda su pantorrilla quedó en el interior del cuarto, y sintió que estaba helando ahí dentro. Gritó y pidió ayuda a todo pulmón (sabiendo que los truenos de la tormenta evitarían que la gente escuchara), gimiendo y llorando de miedo, rogándole a Dios que le diera fuerzas para no soltarse. Su pierna se elevó por el marco de la puerta y ella deslizó sus manos por la saliente hasta quedar toda ella a un metro del suelo para no perder agarre. Con mucha malicia, el íncubo la soltó y ella fue a dar contra el piso sobre su costado. Esto debió sofocarla, lo que la hubiera hecho más fácil de jalar hacia el cuarto donde solo Dios sabría qué haría con ella aquella presencia. Pero ella, aún con el dolor de la caída, se arrastró rápidamente hacia el marco de la cocina; apenas alcanzó a sujetarse antes de sentir que la mano la volvía a sujetar de la pierna y la estiraba hacia la puerta. A pesar de ser delgada, ella siempre ha sido muy fuerte. Así que no se soltó del marco, ni aun cuando sintió un mordisco que la hizo chillar. Se percato en su delirio de que el gruñido de Plomo había arreciado y que ahora pelaba los colmillos. Fuera lo que fuera, no le agradaba a su mascota; creyó, espero, que si lo acercaba lo suficiente a su perro, lo haría reaccionar y atacar. Se esforzó como nunca por jalarse hasta la sala con sus brazos, pero el íncubo se abrazo a su pierna y la estiro hacia el cuarto. A ella ya no le importaba perderla, si eso la salvaba. Se la hubiera cortado de haber tenido con qué. Entonces, Plomo, que había estado inerte en el portal, se volvió loco de rabia y comenzó a ladrar. Mi amiga por poco se suelta, pero luego se dio cuenta de que el perro ladraba hacia atrás de ella. Se tambaleaba de un lado a otro mientras ladraba hacia la puerta, luego gruñía, roncaba y proseguía ladrando. Ella lo sintió dar un paso al frente y la mano en su pierna se deslizó hacia su rodilla, lo que le permitió sujetarse con el codo del marco. Sintió la baba tibia y espumosa que Plomo expulsaba en su rabieta cayéndole en el cabello y la parte de la espalda descubierta. Vio como Plomo lanzaba varias mordidas al aire y daba unos brinquitos al frente,al tiempo que la mano en su rodilla iba hasta su pantorrilla y perdía agarre. Ella cayó en el suelo una vez más, pero no se levantó ni huyó. Siguió agarrada a la pared, llorando y gimiendo de dolor. Tras unos segundos más, ella sintió a Plomo echándose a correr por el pasillo, ladrando y rugiendo, como si siguiera una liebre. Ella se arrastró de tras de él, lo siguió hasta la puerta de la casa. Vio como la puerta se abría y se cerraba antes de que Plomo llegara hasta ella. Cuando vio que ya no pudo salir tras él, Plomo se abalanzó contra la puerta una y otra vez, brincando como loco y ladrando hacia afuera. Mi amiga se acercó llorando al perro. Puso el botón de la puerta y lo alejó de ahí. Lo abrazó y no se apartó de él. Plomo no se calmó sino hasta unos tres o cuatro minutos después; se quedó entre los brazos de su dueña, jadeando y actuando naturalmente, como si nunca hubiera pasado nada; a diferencia de su dueña, que no pudo calmarse en media hora. Yo ya había escuchado de ese incidente. Cuando sus padres llegaron, la encontraron aún abrazada al perro y, al ver sus heridas, le preguntaron que qué le había pasado. Ella les dijo que alguien había entrado a la casa y que Plomo la había defendido, tan solo olvidando mencionar que ese alguien era invisible y que le había dejado dos enormes marcas de manos en las piernas, mas parecidas a manos de mandril que a manos humanas. Se hizo un escándalo, los padres llamaron a la policía y ella tuvo que inventar un hombre de su imaginación, con rasgos faciales y todo. Obviamente, nunca se encontró a ese infractor. Yo sabía que mi amiga era unida con su mascota, pues en más de una ocasión los había visto paseando por el parque o en el camino; pero, a partir de ese día, ellos fueron casi inseparables. Casi… Los perros no son para siempre, y Plomo ya tenía sus horas contadas. Le estaba fallando el riñón y le esperaba una muerte lenta y agonizante a no ser que se tomaran cartas en el asunto, lo que la tenía afligida y desconsolada. Gasto buen dinero en darle tratamiento, pero ya no tenía salvación. Se le notaba en sus ojos amarillentos; apenas si podía caminar, así que para no gastar esfuerzos, orinaba acostado. Una lágrima rueda por su mejilla cuando me cuenta que ella fue quien estuvo con él al final. Camino lentamente a su lado a la entrada de la veterinaria, su perro cojeando y ella desdichada. Lo subieron a la cama metálica y el veterinario le dijo que sería muy rápido, así que si tenía algo que decirle que lo hiciera ya. Ella no dijo nada con su boca, sino con su mente: “ahora, ¿como me vas a proteger?”. Le aplicaron la vacuna a Plomo y se quedo como en uno de sus episodios, sólo que esta vez no despertaría. Ella se afligió al ver a su perro muerto y comenzó a llorar. Pero, antes de que lo quitara de la cama, el perro movió la cabeza rápidamente hacia ella. Todos se quedaron inmóviles. Sus ojos amarillos quedaron clavados en los de ella, como solía hacer en sus episodios. Así estuvieron casi diez segundos. El veterinario lo descarto como una simple contracción (una muy extraña contracción), pero mi amiga se inquietó. Incluso después de sepultarlo no dejo de pensar que había un mensaje oculto en esa mirada, como si deseara poder hablar. Me llevo a su cuarto y me dijo que me enseñaría algo no le había mostrado (ni le mostraría) a nadie. Abrió su cajón y me mostró una foto enmarcada de ella y su perro. El vidrio estaba roto y alguien había pintado con letras rojas “NADIE TE SALVARA AHORA” sobre Plomo. Me dijo que desde entonces, había tratado de no llegar tarde a su casa y no quedarse sola bajo ninguna circunstancia. Salía con sus padres para no quedarse en casa, e invitaba amigas a pasar la noche con ella más seguido. Aunque fui testigo de muchas de estas cosas, jamás me hubiera imaginado que la causa de ese cambio sería tan aterradora. Note el gran cambio que tuvo después de la muerte de su mascota, y siempre quise hacer algo para mejorarlo. Tras terminar su historia, me sonrió y me abrazó, y yo me quedé como un tonto sin saber ni que pensar. Pero supongo que me aclaro el por qué de su expresión tan inquisitiva y la mezcla de emoción, nostalgia, alivio e ironía que había en sus ojos cuando vio que la caja en la que le traje su regalo de navidad apenas dos días atrás se movía y traía una nota que decía: “Si quieres, puedes llamarle PLOMO 2”. Categoría:Animales Categoría:Fantasmas
- * plomo ; (Dé latín plumbum, voh d’ orihen ihpánika). m. Elemento kímico de número atómiko 82. Metá ehkazo en la korteza terrehtre, z’ enkuéntra en la galena, l’ anglezita i la zeruzita. De koló grih azuláo, dutti, pezáo, maleáble, rezihtente a la korrozión i mu blando, funde a bahah temperaturah i da lugar a intozikazióneh pekuliáreh. Z’ utilizaba en la fabrikazión de kanalizazióneh, komo antidetonante en lah gazolinah, en la induhtria kímica i d’ armamento i komo blindahe kontra radiazióneh. (Zímbolo. Pb). 2. Plomá ( pezo de metá). 3. Piéza o peázo de plomo ke ze pone en lah réh i n’ otrah kozah pa dahle pezo. 4. Bala de lah armah’ e fuégo. 5. kolokiá. Perzona o koza pezá i molehta. 6. Kortazirkuítoh, fuzible. Plomo blanko. m. Karbonato de plomo. Plomo korto. m. Er mehkláo kon’ arzéniko, ke z’ utilizaba en la fabrikazión de perdigoneh pa ke la munizión rezurtara reónda i zín loh’ apéndizeh o kolah ke produze er plomo puro. Plomo de obra. m. El’ ahentífero. Plomo durze. m. É refináo. Plomo pobre. m. l’ ehkazo de plata. Plomo riko. m. L’ abundante en plata. A plomo . lokuzión avverbiá. De manera vertiká. 2. A punto, kon’ oportunidá, ar pelo. Kaé a plomo. Fraze kolokiá. Kaé kon tó ‘r pezo der kuérpo.
- El plomo es un objeto misceláneo que hace aparición en Fallout: New Vegas.
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