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| - Posados en el respaldo del trono de Khorne y habitando las imponentes cumbres de su ciudadela, diminutos ojos llameantes observan la eterna carnicería de los dominios del Dios de la Sangre con un serio interés, buscando cualquier pizca de debilidad que hacer pedazos en un frenesí de picos aserrados y garras afiladas. La sangre derramada es una solemne ofrenda al Señor del Trono de Cráneos para compensar la debilidad que existía previamente. Completada su tarea, los alados observadores regresan a sus aguileras para continuar su interminable vigilia. Estos son los Grajos Sangrientos, los más débiles de los Demonios Menores de Khorne pero aun así un peligro letal para la mayoría de mortales. La mitad de altos que un humano, son "pájaros" solo en el sentido más amplio de la palabra: sus formas negras y escamosas son más parecidas a lagartos que a aves, aunque muchos los confundirían con un pájaro negro normal de lejos. Sus picos llenos de cientos de diminutos dientes son ideales para desgarrar la carne, y sus seis patas rematadas por afiladísimas garras de acerado hueso son muy capaces de arrancar ojos y rajar gargantas. Individualmente pueden suponer una amenaza para un soldado normal, pero nunca combaten solos, y las bandadas de Grajos Sangrientos son capaces de avasallar hasta a los Marines Espaciales si los pillan con la guardia baja. Estos Demonios encarnan la eterna vigilancia de Khorne contra la debilidad y la laxitud, y son pájaros de vista aguda que pueden ver las trazas de flaqueza brillando claramente en las almas de los mortales. Cobardía, pereza, misericordia, timidez, miedo: los Grajos Sangrientos lo ven todo y atacan a estas afrentas al orgullo de Khorne. Están formados por una rabia fría y calculadora, y no atacan al calor de la ira sino con una precisión y decisión que solo pueden venir de un profundo e hirviente odio. Cualquiera que haya mirado a los ojos de los Grajos puede percibir un hondo desprecio, una porción de la insondable aversión por todo que hace a los Grajos Sangrientos ser lo que son. Ni siquiera los otros Demonios de Khorne están a salvo de estos pájaros negros, y más de un Devorador de Almas se ha vuelto por instinto hacia una amenaza sentida a su espalda solo para encontrarse con una silenciosa bandada de grajos que le devolvían la mirada sin parpadear. Es posible que los Grajos Sangrientos sientan desprecio por otros Grajos también, y algunos susurran que su odio se extiende hasta sí mismos y su propia existencia. Debido a su capacidad para ver flaquezas, los Grajos pueden sentir en los mortales las emociones que alimentan a los rivales de Khorne: la esperanza, la desesperación y la lujuria, la más vil de todas. Aquellos que albergan tales sentimientos son los objetivos favoritos de los Grajos, y hay testigos oculares que han visto a estos Demonios atacar repentinamente a un único objetivo en masa durante la batalla mientras ignoraban objetivos altamente prioritarios, centrándose en despedazar en segundos a un único soldado. La rapidez de esta carnicería ha hecho que más de una batalla se decante a favor de Khorne al hacer que el enemigo huya en desbandada por temor a estas impredecibles y crueles criaturas. Los Grajos Sangrientos tienen además un deber sagrado al que atienden en medio de la batalla, resistiéndose a sus instintos de desgarrar y arrancar. Observan los campos de batalla del Espacio Real, juzgando los esfuerzos de los guerreros que luchan en nombre del Dios de la Sangre. Si un guerrero digno cae en combate, un Grajo Sangriento atrapará el alma del mortal con sus garras y volará a toda prisa a los Salones de los Caídos Triunfantes. Aquí los fantasmas de los mejores seguidores de Khorne se enfrentan entre sí por toda la eternidad, aguardando el gran conflicto final que tendrá lugar cuando la realidad sea inundada definitivamente por el Caos. En ese momento, los espíritus guerreros de los Salones marcharán junto a las legiones de Khorne para eterna gloria de su rabioso señor. Para un devoto seguidor de Khorne no hay mayor honor, y muchos luchan con más fervor cuando saben que los emplumados vigilantes de su señor se ciernen sobre ellos.
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