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  • Merodeador
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  • Un merodeador es un lobo de nivel 9 a 10 encontrado en los alrededores del Aserradero de la Vega del Este y la Torre de Azora al este en Bosque de Elwynn. Esta bestia es domesticable y viene con Mordedura como habilidad de daño y Aullido furioso como habilidad especial. Son los lobos más poderosos en Elwynn.
  • El Marauder es la primera forma o variante de la Sand Raider se encuentran en Diablo 2. Se encuentra en los niveles inferiores de la Alcantarillado de Lut Gholein. Por lo general son fáciles de derrotar, no importa cuántos son. Hacen daño medio y tienen una cantidad baja de la salud. Categoría:Monstruos Categoría:Demonios Categoría:Bestiario de Diablo II
  • Avanzaba con cautela, bajo el filo de la noche. Cada ser dormía, y los imponentes edificios a su lado estaban en penumbra. Él era una sombra sigilosa en la noche, y la oscuridad era la única cómplice de lo que iba a hacer a aquellas horas. Sin la vista de nadie, avanzaba, con el sigilo de una serpiente, y a su espalda cargaba un saco opacado y viejo, polvoriento abultado e hinchado, del cual sólo él sabía lo que llevaba dentro, y que sería una parte esencial en su cometido. -¡Dios mío que espanto, ayuda! -Hoy estuvo bastante relajado el día en la escuela –dijo él joven, llamado Francisco.
  • Merodeadores son especialistas del combate, cuyo arma es el greataxe - un amra largo temeroso asociado con las piratas de Eorzea. Su estilo de luchar se destaca por su fuerza brutal, así que cuentan con fuerza extraordinaria y acero fuerte para aplastar a sus enemigos y destruir otras armas. Al llegar al nivel 30 y despues de subir gladiador al nivel 15, estará disponible la vocación de guerrero. El merodeador es bueno para jugar en solitario y si desarrollas el guerrero este es mucho más efectivo para el juego en solitario.
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  • Merodeadores son especialistas del combate, cuyo arma es el greataxe - un amra largo temeroso asociado con las piratas de Eorzea. Su estilo de luchar se destaca por su fuerza brutal, así que cuentan con fuerza extraordinaria y acero fuerte para aplastar a sus enemigos y destruir otras armas. Al llegar al nivel 30 y despues de subir gladiador al nivel 15, estará disponible la vocación de guerrero. El merodeador es bueno para jugar en solitario y si desarrollas el guerrero este es mucho más efectivo para el juego en solitario. Ambos tienen buen aguante y buen golpe, pero nos centraremos en el merodeador, cuyo funcion en grupo es la de hacer el mayor daño posible, tiene habilidades que ayudaran a ello, junto a su habilidad Baño de sangre sera realmente duradero en los combates y si contamos con la ayuda de un conjurador pues tendremos una clase realmente rápida de levear y muy divertida. No tendras problemas en enfrentarte a varios enemigos, pero al ser una clase con ataques lentos deberás cuidarte de los enemigos que taquen rápido o caeras fácilmente.
  • Un merodeador es un lobo de nivel 9 a 10 encontrado en los alrededores del Aserradero de la Vega del Este y la Torre de Azora al este en Bosque de Elwynn. Esta bestia es domesticable y viene con Mordedura como habilidad de daño y Aullido furioso como habilidad especial. Son los lobos más poderosos en Elwynn.
  • El Marauder es la primera forma o variante de la Sand Raider se encuentran en Diablo 2. Se encuentra en los niveles inferiores de la Alcantarillado de Lut Gholein. Por lo general son fáciles de derrotar, no importa cuántos son. Hacen daño medio y tienen una cantidad baja de la salud. Categoría:Monstruos Categoría:Demonios Categoría:Bestiario de Diablo II
  • Avanzaba con cautela, bajo el filo de la noche. Cada ser dormía, y los imponentes edificios a su lado estaban en penumbra. Él era una sombra sigilosa en la noche, y la oscuridad era la única cómplice de lo que iba a hacer a aquellas horas. Sin la vista de nadie, avanzaba, con el sigilo de una serpiente, y a su espalda cargaba un saco opacado y viejo, polvoriento abultado e hinchado, del cual sólo él sabía lo que llevaba dentro, y que sería una parte esencial en su cometido. Su sombra se dejó ver cruzar las calles, hasta llegar frente a una residencia, donde se detuvo a la entrada, y sus blancos dientes relucieron entre la penumbra al sonreír con malicia. Se desprendió el saco de la espalda, y logrando abrir el oscuro portón del patio del edificio, se adentró arrastrando el saco. Los jardines y las flores se sintieron sucias al recibir a aquel huésped, pero nada podían hacer pegadas a la tierra. Él llegó hasta la puerta principal de la residencia luego, e ingresó, empujándola. Y volvió a cargar el saco sobre sus espaldas y su amenazante ascender por las escaleras de caracol se distinguió en el silencio. -Qué tenemos aquí… Una jovencita- susurró, satisfecho y entre risas de maldad. Una joven dormía arropada entre sus frazadas, indefensa, aferrada a su almohada, sin sospechar siquiera del extraño que ahora estaba en su cuarto. El individuo de ropas sucias, depositó el saco sobre el suelo con violencia, y llevando sus manos dentro, sacó de allí un frasco con horripilante contenido. Llevó el frasco muy cerca de la joven, y vació su contenido en la almohada. Sonrió una vez más al ver su cometido cumplido, y marchándose, murmuraba; -Que bueno soy… Vaya espanto que se habrá de llevar. Y tras el sonido de sus pasos descendiendo la escalera, luego moviendo el portón para perderse bajo la noche, su presencia se esfumó. -¡Dios mío que espanto, ayuda! Un desgarrador grito de una joven aterrorizada, que marcó aquella noche, fue lo que sucedió siguiente. Despertó violentamente, agarró la almohada con fuerzas, y la lanzó lo más lejos que pudo contra la puerta al ver que de ella se desprendía un montón de arañas de pesadilla, letales y de las más distintas formas, y cuando la almohada chocó contra la puerta, salieron recorriendo los suelos del cuarto amenazantes con sus zancas, volviendo hacia ella. La joven entre la histeria, sacudió sus frazadas con espanto. De ella se desprendían toda clase de insectos asquerosos y venenosos, que con sus poderosas zancas, daban saltos hasta el tejado y caían sobre la joven. Luego, extrajo sus pies de bajo la frazada, tras sentir un fuerte ardor, y otro grito sacudió el cuarto al ver que en ellos abundaban unas hormigas rojas que la mordían sin cesar, haciéndole pedazos la piel. En cuestión de segundos, la joven se vio cubierta por toda aquella variedad de insectos asquerosos, espantosos y horribles, y corrió de su habitación en busca de ayuda, entre pasillos, sin verse hacia dónde escapar. Llegó hasta el baño, y se mutiló las muñecas con una navaja entre la desesperación, y se sacudió los cabellos y su cuerpo desesperadamente para librarse de aquellos insectos que la poseían. Corrió por los últimos de los pasillos de su casa, y cuando ya no quedaba rastro de cordura en ella, decidió sellar su vida, y se lanzó por una de las ventanas, para aterrizar sobre la calle y romperse el cráneo con el golpe para morir, bajo un charco de sangre. Su cadáver quedó en la calle al frente de su casa, mientras los insectos acudían para devorar lo que quedaba de ella. Nadie sintió ni oyó nada aquella noche, y al otro día, el cadáver ya había sido devorado y no quedaba rastro de lo que había sucedido. El día siguiente había llegado. El atardecer marcaba la salida de la escuela. Iban dos jóvenes, vestidos con ropa casual, pasando por la calle, y que venían saliendo de la escuela donde se había hecho la excepción al uniforme aquella tarde. Rumbo a sus hogares se dirigían. -Hoy estuvo bastante relajado el día en la escuela –dijo él joven, llamado Francisco. -Y hemos salido más temprano. Es un alivio –respondió la joven, llamada Georgina, que lo acompañaba, de cabellera pelirroja. Caminaron con lentitud, sin algún apuro. El atardecer estaba fresco y el día se sentía a gusto. -¿Te gustaría que pasásemos al parque un tiempo? –preguntó Georgina. -Bueno –respondió él, y lo que quedaba de la tarde lo pasaron en una banca del parque, calmados y disfrutando el ver como los colores del cielo se apagaban. Cuando ya estuvieron cerca de sus casas, la noche ya había caído. Pero algo en medio del camino los distrajo. Al pasar por una hilera de edificios, sobre el borde del callejón y al lado de unos basureros y periódicos viejos, había una silueta. Era alguien de ropas sucias, a quien no se le alcanzaba a ver el rostro, y a su lado reposaba un saco gastado y abultado. No le conocían, pero ya lo habían visto merodear las calles de noche muchas veces. -Creo que ese tipo no tiene hogar, siempre está por allí –murmuró Francisco, con recelo en la mirada. El tipo yacía inmóvil, con el rostro cubierto por un periódico, y parecía no enterarse de quienes le veían. Georgina lo miró con detenimiento, y vio el desgasto de sus ropas, y también aquel saco que llevaba a su lado que quién sabe qué contenía, y sintió escalofríos. -En cualquier momento puede despertar y vernos –dijo ella. -No lo creo –respondió Francisco-. Pero ya es tarde y debemos irnos a nuestras casas. -Sí, pero quiero que me acompañes. No me gustaría toparme con ese tipo mientras esté sola. -Está bien –respondió el joven y ambos volvieron a sus hogares. Apenas un tiempo luego de que se retiraran, el sujeto de un soplido se retiró el periódico del rostro, y dejó ver la forma espantosa que tenía por cabeza, y gruñó, terroríficamente. Era la medianoche, cuando Francisco miraba por su ventana, en secreto. Miraba a la calle, donde hacía un buen rato no perdía de vista al extraño sujeto, que vagaba por las calles, con intenciones de ingresar a alguna residencia. Cualquiera podría haber pensado que se trataba de un ladrón, pero todos dormían a aquellas horas. Y su actitud, era misteriosa, y no parecía interesado en botines, sino que parecía algún loco sin hogar como abundaban a veces, y que siempre cargaba aquel saco en su espalda. Sin embargo, algo desconcertaba y es que nunca se le lograba ver el rostro o siempre lo traía cubierto con algún periódico, o se refugiaba entre las sombras. Francisco observaba por la ventana, y trataba de alcanzar a distinguirle el rostro, pero el extraño sujeto se llevaba el saco sobre encima del hombro, de forma que su rostro quedaba cubierto. Después de un buen tiempo de deambular, pareció decidirse sobre una dirección, y caminó por la calle en línea recta, hasta perderse en las hileras de casas por donde vivía Georgina, y hasta donde Francisco continuó siguiéndolo con la mirada, y con intriga. Georgina en su hogar, se miraba en el espejo de su baño y se peinaba los cabellos antes de irse a dormir. Tenía ya su bata de sueños puesta, y terminando su peinado, depositó el cepillo sobre el borde del mueble del espejo, y se preparó para ir a dormir, pero un gran ruido estremeció la casa. Asustada, preguntó con voz temblorosa: -¿Quién anda ahí? Y descendió con mucho cuidado por las escaleras, alcanzó el interruptor y encendió las luces. Miró en cada parte de la casa, la cocina, los dormitorios, el patio, y no encontró a nadie. Calmando sus nervios, se fue a la cama y se arropó bien para dormir. Una hora después, se volvieron a sentir más ruidos, pero Georgina no los pudo escuchar porque ya se había quedado dormida. Por lo que el intruso, pudo ingresar con toda libertad al hogar, cargando su saco sobre su espalda, y hizo su ascenso por las escaleras sabiendo que iría a cumplir su cometido, y sonriendo maliciosamente por ello. Hizo el procedimiento. Del saco hizo aparecer un frasco lleno de los más horripilantes insectos que puedan existir, y vertió el contenido dentro de la almohada de Georgina, y se retiró entonces, para perderse entre la noche y esperar nuevamente los gritos desgarradores de una nueva víctima en sus augurios de muerte, porque de no ser que los insectos letales acabaran con la vida de Georgina, una crisis de nerviosismo la podría conducir a la más desesperada alternativa para escapar de aquella tortura psicológica que aquellos insectos le causarían, y terminar con su vida. Una araña venenosa y de largas zancas comenzó a ascender lentamente, haciendo cosquillas con las puntas sobre el brazo de Georgina. Con la ligera molestia, ella abrió lentamente los ojos, y luego de golpe, al ver a aquella amenaza con zancas que se movían con sutileza, en fracción de segundos desesperantes en una visión de pesadilla, que subía por su brazo llegando hacía las muñecas para acercarse a las venas. Georgina horrorizada sacudió su brazo y lanzó lejos al espantoso arácnido, y luego vio infinidad de insectos desprenderse de su almohada, y enredarse en sus cabellos. Los primeros gritos desgarradores entonces se sintieron aquella noche. Y un gran estruendo en la planta baja, cuando alguien azotó la puerta la hizo estremecerse del terror. Pero entonces oyó a alguien subir por las escaleras con prisa, y vio a Francisco aparecer frente a la puerta, y clamó por ayuda. -¡Ayúdame! –gritaba y veía como los insectos subían por sus brazos y la mordían por todo el cuerpo. El joven no perdió tiempo y llegó hasta donde ella, la cargó entre sus brazos, y desapareció rápidamente por el pasillo, hasta llegar al cuarto de baño. Allí, la roció en agua para desprenderla de aquellos bichos, y los aplastó en el suelo, matándolos pero parecían no acabar de aparecer. Georgina empapada, se vio libre de los insectos, y Francisco le entregó sus ropas para abrigarla, entonces ambos salieron hacia la calle, entre la desesperación. Se detuvieron para dejar latir a sus corazones agitados y descansar. Los insectos se habían ido, por lo menos. -¿Estás bien? –le preguntó Francisco apenas conteniendo el aliento. -Eso creo –respondió Georgina, pero no podía estar más asustada. Francisco entonces divisó al extraño sujeto con el saco venir por ellos, y exclamó: -¡Corre! –y ambos corrieron, uno tras del otro, en el intento por escapar del peligro. Del saco del sujeto habían aparecido unas libélulas venenosas y unas arañas gigantescas que los siguieron y los rodearon, atacándolos. Francisco se sintió debilitado, y cayó al piso, sintiendo todas sus fuerzas irse. Georgina se detuvo preocupada pero aterrada a la vez, pero aquellas libélulas venenosas comenzaban a caer muertas ahora. Francisco miró hacia atrás, y antes de que sus ojos se cerrasen, alcanzó a ver algo que le costó olvidar, y ambos fueron testigos de aquella terrorífica visión. El sujeto ahora tenía el rostro descubierto, y aquel era de pesadilla. Su tono de color verde oscuro, sus grandes ojos amarillos y enormes y peligrosos colmillos, además de las grandes dimensiones de su rostro y las extensas antenas que surgían de su cabeza eran algo con lo que difícilmente al contemplar, se mantenía la calma. Gruñó, y aquel gruñido retumbó en toda aquella noche. Sus manos se deformaron, y se transformaron en afiladas zancas gigantescas. Con ellas, amenazó por última vez, y luego se retiró, tras haber sido descubierto, con su rostro de pesadilla y su saco lleno de insectos horrorosos. Francisco debilitado estuvo tendido sobre el suelo un par de horas más, y lo observó de espaldas retirarse con su terrorífica apariencia, y Georgina poco a poco fue recobrando la calma, pero sin olvidar aquella imagen por el resto de las noches. Y el titular de los periódicos anunciaba la semana siguiente, que las muertes de jóvenes mujeres habían cesado, y que el brote de insectos de las almohadas también había llegado a su fin, y todo aquello se debía a que el extraño merodeador con ropas de vagabundo de las noches había desaparecido de aquellas calles, y jamás se le había vuelto a ver, aunque algunos decían, que se le veía algunas noches merodeando las calles de otros pueblos.
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