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  • Relato No Oficial Imperio: Fuga
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  • La estación Mater era una colosal y majestuosa estructura orbitando sobre Namether, capital del sector. Se trataba de una fortaleza espacial clase Ramilles, despojada de la mayor parte de su recargada decoración a fin de mantener el aire de secretismo que rodeaba al SICOM. Pintada de gris y erizada de baterías de lanzas, artillería de defensa anticaza de corto alcance, antenas de comunicación y de escáneres, presentaba una visión apabullante, gloriosa. Hileras de luces azuladas recorrían toda su estructura, rodeada de inmensas baterías láser, generadores de escudos de vacío y puntos de acceso y salida para las naves.
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  • La estación Mater era una colosal y majestuosa estructura orbitando sobre Namether, capital del sector. Se trataba de una fortaleza espacial clase Ramilles, despojada de la mayor parte de su recargada decoración a fin de mantener el aire de secretismo que rodeaba al SICOM. Pintada de gris y erizada de baterías de lanzas, artillería de defensa anticaza de corto alcance, antenas de comunicación y de escáneres, presentaba una visión apabullante, gloriosa. Hileras de luces azuladas recorrían toda su estructura, rodeada de inmensas baterías láser, generadores de escudos de vacío y puntos de acceso y salida para las naves. Una pequeña flota de la Armada Imperial se encontraba destacada permanentemente junto a la estación Mater, para protegerla o para ser enviada donde hiciera falta con la mayor celeridad posible, pues permaneciendo cerca de la fortaleza espacial gozaban de un suministro constante de víveres, persona, combustible y munición a fin de mantener el pequeño destacamento lo mejor pertrechado posible. En muchas ocasiones, actuaban como escolta para invitados importantes, o para transportar a los propios agentes del SICOM, a pesar de que en la mayoría de ocasiones preferían viajar en naves más pequeñas. Un tráfico constante de naves de carga entraba y salía de los múltiples hangares de la estación Mater. Escuadrones de cazas realizaban patrullas rutinarias a su alrededor, acompañados de naves de mantenimiento para detectar y evaluar cualquier avería que la fortaleza pudiera habr sufrido. Un solitario transporte completamente negro, y escoltado por cuatro cazas de clase Lighting, entró en uno de los hangares ventrales. Era un transporte de prisioneros. La estación Mater también hacía las veces de prisión de alto nivel para los sujetos más peligrosos para el sector. Prisioneros de guerra de alta importancia, xenos y los criminales más peligrosos y buscados ocupaban el nivel-prisión, el más protegido y vigilado de la ya de por sí inexpugnable estación Mater. El Ordo Xenos nametheriano había hecho un trato con el gobernador sectorial a fin de poder interrogar, examinar e investigar a los prisioneros alienígenas y a todos aquellos cautivos sospechosos de herejía. Dos inquisidores del Ordo Xenos, así como un nutrido destacamento de tropas inquisitoriales de élite estaba en todo momento en la fortaleza espacial, incluso si su turno acababa, tenían que esperar aque el siguiente grupo inquisitorial llegara y se instalara para abandonar la estación Mater. Había demasiado en juego como para cometer el más mínimo error en la seguridad. Ninguno de esos prisioneros abandonaba la fortaleza espacial jamás, a menos que los santos ordos lo requiriesen, o que la coronel Eneria Bae, al mando de la estación y oficial de mayor rango del SICOM, juzgase oportuno su traslado. En aquellos momentos, el inquisidor Romen Marko del Ordo Hereticus se dirigía a la estación Mater en su lanzadera personal para interrogar a los prisioneros más recientes, llegados de la frontera del sub-sector Cynus con las Estrellas Muertas; un grupo de cuatro guerreros-psíquicos provenientes de una tenebrosa casta guerrera del imperio hereje que reinaba en las Estrellas Muertas. Estaban aislados y encerrados en el nivel más profundo de la fortaleza espacial, rodeados de anuladores psíquicos, guardias fuertemente armados, cibermastines y servidores de armamento con artillería pesada y avanzados sistemas de puntería guiados por áuspex. Eneria Bae se había tomado todas las precauciones posibles con aquellos reclusos. + + + + + + + + + + + Tristán Danherr aún no se había acostumbrado del todo a su nuevo cuerpo, a pesar de que el tratamiento de acrecentamiento del Proyecto Aquiles había finalizado casi dos meses atrás. Se masajeó el hombro, dolorido y aún perlado de gotas de agua de la ducha que acababa de tomar. El adepto Lorne le había dicho que aún pasaría un tiempo hasta que se sintiera totalmente cómodo con los implantes subdermales, pero no se había imaginado que fuera tanto tiempo. A veces incluso aún notaba los músculos sintéticos cuando flexionaba sus miembros, y los refuerzos óseos acoplados a su esqueleto. Hasta hacía poco les habían dado calmantes, pero los adeptos les dijeron que ya habían entrado en la ultima fase de la asimilación, por lo que dejaron de suministrarles medicamentos. Tristán había robado unos cuantos calmantes del almacén del Medicae; le daba igual lo que dijeran los adeptos, si le dolía, le dolía. - ¿Todavía te duele?- Le preguntó Nyria Canaar, que acababa de salir de la ducha. Se estaba secando el pelo con una toalla. Tristán observó la esbelta figura de su camarada, ya de por sí musculosa, pero que ahora era más impresionante aún por los implantes subdermales y los músculos sintéticos. Su piel, morena y surcada por delgadas líneas claras, brillaba cuando la luz blanca del vestuario incidía sobre la película de agua que la cubría. El pelo, castaño oscuro y corto, lo tenía revuelto por la toalla. Le miraba con sus ojos de verde jade. - ¿A ti no? - Yo no me quejo como un crío. - Por qué no te habrán matado ya. Ambos rieron. Lerome Alistair, miembro de su equipo, no entendió la broma. Se quedó mirándoles, vistiéndose con el traje monopieza reforzado negro característico de las unidades de Secutores. Era el más nuevo en el equipo, llegado como reemplazo para una baja que habían sufrido durante su primera misión. No acababa de entender del todo a los otros tres miembros de su unidad, que al parecer habían sido reclutados por el SICOM a la vez, y habían servido juntos con anterioridad. Danherr y Canaar eran...peculiares. Eran veteranos de guerra, como él, pero parecían haber llegado a un estado de cinismo e impasibilidad que le resultaba casi perturbador. Bien era cierto que empleaban el humor muy a menudo, pero era uno tan amargo y negro que Lerome no encontraba manera de verle la gracia. No obstante, Cynthia Kyle, la otra miembro del equipo, parecía totalmente fuera de lugar. Era una psíquica, una experta telépata de mirada cansada y delgada figura, a pesar de los implantes y el tratamiento químico. Era la menos corpulenta de los tres, y la más baja. Probablemente también era la más joven. Sus implantes capilares reflejaban su estado anímico, algo que Lerome encontraba estúpido e incomprensible, pero no conocía el motivo de aquella extravagancia. Sus ojos, oscurecidos por unas grandes ojeras, tenían los iris violeta, dados por su ascendencia cadiana, y su piel era pálida. Apenas levantaba la voz. Cynthia ya había salido de la ducha hacía tiempo y estaba totalmente vestida, con el uniforme negro y ajustado cubriendo su esbelta figura. Los miraba en silencio, con las manos apoyadas sobre el regazo. - Deberíamos ir al campo de tiro- Dijo, de repente- No me gusta estar de brazos cruzados. - Si te empeñas- Bromeó Nyria, guiñándole un ojo. - Yo estoy de acuerdo. No quiero oxidarme- Respondió Tristán, subiéndose la cremallera del mono de combate negro- Temo haber perdido el pulso con estos malditos implantes. - Eso es imposible. De hecho, deberían mejorar tu pulso- Apuntó Lerome. - Bueno, hombre. No lo decía en serio. - Poneos las armaduras y hagamos un circuito- Cortó Cynthia, poniéndose en pie y saliendo del vestuario- Nos vemos en quince minutos. Nyria la observó mientras se iba. Después se volvió, cogiendo el traje monopieza. - ¿Qué le pasa? No parece ella últimamente. - Bueno...- Tristán apartó la mirada. Un brillo de dolor cruzó su mirada- No sabía que ya lo habías olvidado. - Ya- Dijo Nyria, con el rostro súbitamente ensombrecido- . Primero Irina, y luego...Inrah. Tristán asintió. Después miró a Lerome y le hizo un gesto. - Nosotros vamos yendo. Date prisa. Lerome se levantó y siguió a Tristán sin mediar palabra. En la soledad del vestuario, Nyria Canaar suspiró. - Mierda, Inrah. Ahora que empezabas a caerme bien. + + + + + + + + + + + Oscuridad. Tanto a su alrededor como en su interior, oscuridad. Hankos Oska era un ser embriagado de oscuridad y odio. Y su odio crecía a cada segundo que pasaba en cerrado en aquella jaula psicoanulante, atrapado de pies y manos por esposas de adamantio. Sus tres hermanos estaban atrapados como él, como animales, en las celdas contiguas. Despojados de su honor y de las marcas de su oficio, permanecían en un trance meditativo, concentrando su ira y su odio en sus mentes y cuerpos para resistir los interrogatorios y las torturas. Hankos había perdido el ojo derecho, dos dedos de la mano derecha y todas sus uñas, y su piel estaba repleta de cortes, cardenales y desgarrada en una docena de sitios, donde su carne, empapada en sangre, colgaba. Sus hermanos no estaban en mejor condición. Pero los perros imperiales no sabían lo que estaban haciendo. Estaban intentando comprender algo que sus mentes eran incapaces de asimilar mediante la tortura, psíquica y física. No estaban haciendo más que alimentar a Hankos y a sus hermanos seeghe, fomentando su odio y su ira. Al más mínimo fallo del campo de contención psíquica, aquellas jaulas no serían un impedimento para ellos. Todos los imperiales morirían. Como todos los días, cada hora, uno de los soldados inquisitoriales se paseaba por delante de las jaulas, observando que todo estuviera en orden. Sus compañeros, cinco soldados fuertemente armados y equipados con armaduras negras, esperaban detrás, con las armas preparadas. Hankos veía su inquietud, el miedo en sus ojos. Degustaba aquello, aprovechando cada segundo. Pero entonces, en el momento en el que el imperial pasaba por delante de su celda y lo cegaba con su linterna de alta potencia, escudriñando la jaula, notó algo que hacía meses que no sentía, como si hubiera abierto los ojos después de estar desmayado durante siglos. Medio segundo de inoperancia del anulador psíquico fue suficiente para desatar la debacle. En aquella sala, un servidor había cometido un ligerísimo error durante el mantenimiento rutinario de la maquinaria. Aunque lo corrigió con rapidez, había sido un error catastrófico. Las celdas estallaron. La energía que los seeghe habían estado acumulando a base de odio e ira se desató como una explosión psíquica, rompiendo sus grilletes y arrancando barrotes y puertas de adamantio reforzado en un segundo. Cuando salieron de sus celdas, los anuladores psíquicos fueron incapaces de continuar su acción sobre los cuatro prisioneros. Con una desagradable expresión de euforia plasmada en el rostro, de un gris casi blanco, Hankos extendió una mano y el soldado inquisitorial salió despedido varios metros hasta chocar contra una pared, rompiéndose el cuello. Sus compañeros abrieron fuego, y los rifles infernales vomitaron una ráfaga de energía incandescente y chisporroteante que atravesó al servidor, que intentaba huír con la mala fortuna de cruzarse en la trayectoria de los disparos. Pero los seeghe esquivaron los disparos sin problema, a una velocidad imposible para cualquier humano normal. Impulsados por la energía psíquica, se plantaron frente a los soldados inquisitoriales. Los aniquilaron en cuestión de instantes. + + + + + + + + + + + La aullante sirena de alara les había pillado por sorpresa. La voz monótona del oficial de seguridad Dare sonaba continuamente por los altavoces en forma de calavera repartidos por toda la estación. El personal de combate se había puesto en marcha de inmediato. - Repito; a todos los agentes con un NRC siete o superior, diríjanse al nivel-prisión. Los prisioneros Alfa-34/H/EM se dan a la fuga. Fuerza letal autorizada. - Aquí el inquisidor Romen del Ordo Hereticus- Interrumpió la transmisión otra voz, repentinamente- Los sujetos son de vital importancia para mi investigación. Necesito uno con vida. Castigaré severamente a aquel que me prive del cumplimiento de mi deber. El Emperador protege. - Maldita Inquisición- Gruñó Nyria- ¡Van a matarnos por su culpa! Los cuatro Secutores corrían por los pasillos de la estación Mater en dirección a los macroelevadores centrales. Llevaban las armaduras preparadas para el combate, y estaban fuertemente armados. Sus pasos resonaban con fuerza sobre el suelo metálico pintado con franjas amarillas para señalizar. Categoría:Relatos No Oficiales Warhammer 40000 Categoría:Saga Danherr
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