abstract
| - El crujido del portón de la bodega de carga disipó aquella imagen como una ráfaga de viento que arrastra los recuerdos, y el ensordecedor sonido del aire sibilante, escapando al vacío como si odiara aquella nave, tensó todos sus músculos. Su corazón palpitaba con fuerza, queriendo salir del pecho a cada latido. En el compartimento de abordaje también estaban Weeks, Parrus, Edmun y los demás miembros de la 5ta escuadra del regimiento de los Castigadores, tan nerviosos como él mismo; apenas podía distinguirlos en la oscuridad, tan sólo interrumpida por aquellos ojos rojos... Aquellos ojos rojos. Junto a las fuerzas de la FDP se encontraban cuatro Marines Espaciales. Jon nunca había combatido junto a estos guerreros del Emperador, aunque sabía de sus proezas en batalla. Allí sentados, gigantescos, inmóviles, con sus relucientes armaduras plateadas, parecían estatuas de dioses guerreros. Con el dorso de una mano encallecida, Jon barrió las diminutas perlas que el sudor había sembrado en su rostro, preguntándose cómo sería el de los Astartes bajo los cascos y si mostraría algún atisbo de temor, ansiedad o cualquier otro sentimiento. Cuando quiso darse cuenta, todo quedó en calma... y después el silencio. El interceptor donde se encontraban fue arrojada al exterior junto a los restos de basura espacial, esperando pasar desapercibido ante la siniestra nave xenos que seguía al enorme carguero imperial. Jon dio un ligero respingo al ver cómo fulgurantes haces de energía incandescente atravesaban los restos de contenedores, metales y otros desechos junto a ellos, dirigiéndose hacia el pesado navío para inutilizar sus motores de popa. Uno pasó tan cerca como para elevar los grados del compartimento en varias decenas, improvisando un horno sobre su mortífera marcha, pero nadie movió un músculo. Algunos soldados rezaban con los ojos cerrados, apenas moviendo los labios resecos entre susurros, mientras que otros buscaban desesperadamente la mirada cómplice de sus compañeros. De improviso, el interceptor cobró vida, los globos de luz se encendieron, los motores susurraron primero, para después comenzar a rugir a medida que se alejaban de los restos espaciales. Se oyeron voces de alarma, pitidos y advertencias que a Jon sólo le sonaron a ruidos incomprensibles; la nave giraba sobre sí misma y por las ventanillas todo daba vueltas, mientras el estallido de los torpedos xenos iluminaba el interior como rayos en medio de una tormenta. Jon se sentía como una hoja en otoño y en más de una ocasión entrecerró los ojos, como quien espera recibir una bofetada, como si eso pudiera protegerlo de alguna forma. Por fin se escuchó un golpe seco, seguido del rechinar de los cortadores láser mientras perforaban el casco de la nave enemiga. Casi inmediatamente después, los cuatro Marines Espaciales se levantaron al unísono, mostrándose en todo su esplendor. Jon los imitó sólo para comprobar que no les llegaba ni a la altura del hombro, pero quiso pensar que podría ser de ayuda, deseaba estar a la altura. La adrenalina hizo el resto: junto a los demás miembros de la escuadra y los Astartes, se adentró en la nave enemiga al grito de "¡Por el Emperador!". Cuando Jon pisó el frío suelo alienígena, dos sucios Eldars Oscuros ya estaban despedazados por los proyectiles explosivos de los bólters, que habían esparcido sus sesos por doquier. Siguió un avance en dos grupos hacia unas puertas situadas a ambos lados del extraño pasillo por donde se habían adentrado. Todo estaba iluminado, pero la luz no provenía de ninguna fuente aparente, sino del propio material del que estaba construida la nave. Jon se sorprendió de sus propias reflexiones en aquella situación y siguió al primer grupo con los nudillos blancos de tan fuerte que sostenía su rifle láser. Uno de los Marines Espaciales parecía el encargado de abrir las puertas Eldars mediante unos paneles táctiles que de alguna forma respondían a su presencia. Incluso por encima del casco, Jon percibía que aquel individuo era frío y despiadado, pero nunca hubiera imaginado hasta qué punto estaba loco. Exclusus, tal era su nombre, avanzó en medio de decenas de proyectiles alienígenas tras adentrarse por otro pasillo, envuelto en un aura de energía crepitante. Su andar era lento, pero inexorable, y cada uno de sus pasos parecía clavarse en el suelo con un sonido hueco. Jon, el resto de la FDP y uno de los Astartes, de nombre Optimus y armado con un enorme bólter pesado, le dieron fuego de cobertura, pero cada alienígena derribado era reemplazado por otros dos: el fondo del pasillo era un bullicio crepitante de maldiciones en lengua Eldar, brazos, pinchos, cascos y armas que entrechocaban, protegiendo a un individuo de aspecto amenazador que parecía ser el jefe: un Draconte Eldar Oscuro. En medio del tiroteo cayó Edmun y muchos xenos, algunos disueltos por el ácido de los proyectiles Hellfire mientras aún balbuceaban y sus propios compañeros los miraban con una expresión sádica de satisfacción. Otro de los Marines Espaciales, Briareos, equipado con una chirriante espada sierra, entró por su cuenta y riesgo en una estancia de la que surgían unos lamentos agónicos, tras derribar la puerta que la guardaba en medio de un baño de chispas. Entre el chasquido de las armas láser y el estruendo del bólter pesado, Jon pudo oír los dientes de sierra rasgando la carne cruda y los alaridos de horror resultantes, que sin embargo finalizaban con un extraño suspiro de alivio. Aunque su cerebro se negaba a admitirlo, había creído ver de reojo a unos seres babeantes y grotescos que se arrastraban por el suelo, cuyos párpados estaban cosidos burdamente en medio de una faz demencial, de boca chasqueante y colmillos afilados. Parrus avanzó tras el Astartes loco, que seguía recibiendo una cantidad inaudita de impactos sin inmutarse, para después escabullirse por una puerta lateral de la que jamás volvería a salir. Casi inmediatamente después, Jon creyó oír una risa siniestra y apagada bajo el casco de Exclusus, que aceleró el paso para cargar contra decenas de enemigos, en dirección a su líder. Lo que siguió fue un caos en toda regla: en medio de gritos y juramentos, Jon vio que decenas de enemigos rodeaban al Marine Espacial, tratando de golpearlo con sus armas, y que aún más se agolpaban como una masa histérica, incapaz atacarlo por falta de espacio. Algunos salían volando como muñecos ante la fuerza del Astartes, estampándose contra el suelo e incluso el techo, pero los demás Eldars parecían excitados por esas muertes brutales, por el sonido de los huesos al partirse y de los sesos al derramarse, y sacaban y agitaban las lenguas enfermas, buscando paladear el dolor de sus compañeros reventados con gesto obsceno. Por su parte Optimus, rodeado por una llovizna en forma de casquillos mientras su bólter pesado escupía una lengua de fuego de un metro, consiguió agujerear la carlinga de la nave Eldar, tras los paneles holográficos, creando sorpresa y confusión entre las criaturas. Briareos reapareció cubierto de sangre y vísceras colgando de su servoarmadura, como siniestras guirnaldas, para después seguir a Parrus y adentrarse en la puerta del pasillo. Regresó al poco con una hermosa mujer a cuestas que parecía drogada, o eso pensó Jon al verla sonreír mientras los intestinos pegajosos y las hebras de carne descuartizada aún calientes impregnaban su indecorosa y transparente vestimenta. El grupo comenzó a replegarse y en un suspiro todos se marcharon: los Marines Espaciales y su fuerza acuciados por las advertencias del piloto, que solicitaba el reembarque inmediato, y el grueso de los Eldars Oscuros ante la despresurización de la nave, que amenazaba su integridad. Sólo dos guerreros permanecieron en el puente: Exclusus, que había perdido sus armas y luchaba con puños y piernas, y el Draconte enemigo, cuyos ojos reflejaban una malignidad y un odio insólitos. El primero era resistente, pero lento, mientras que el xenos blandía su hacha de energía con una gracia y rapidez inusitadas. Sin embargo, por muchos cortes que recibía, el Astartes loco se había mantenido en pie hasta entonces. Si Jon hubiera podido ver su rostro, habría confirmado que los Marines Espaciales tienen sentimientos, pues un demente de ojos desorbitados y dientes chirriantes estaba poseído por una furia asesina e inconsciente bajo el casco. Cuando todo parecía indicar que caería entre un baño de sangre, Exclusus aprovechó un descuido del adversario para sostener su arma entre el guantelete ensangrentado, arrojándola al suelo con desdén. Ambos contendientes estaban igualados, desarmados, y ninguno se imponía sobre el odiado rival. Allí permanecieron, en un baile de muerte, solos mientras los paneles de control chisporroteaban, los tubos de refrigeración silbaban y las mamparas caían. Finalmente el xenos desistió, soltando un alarido y profiriendo juramentos de muerte mientras su nave se hacía pedazos. Con una agilidad fruto de un cuerpo alienígena, consiguió alejarse del Marine Espacial y huyó siguiendo a sus hombres, no sin antes prometer que volverían a verse las caras. Exclusus ya no podía llegar al interceptor y aporreó con furia la carlinga por donde ésta había sido penetrada, logrando abrir un espacio para escabullirse. Después, en medio de la negrura del cosmos, las cargas colocadas por el otro grupo, liderado por el Astartes Hematies, brillaron como pequeños soles al estallar y engullir la nave xenos en medio de una deflagración dantesca. Jon no podía creer que hubiera regresado con vida de aquella misión, pero aún más increíble le pareció que encontraran al Marine Espacial loco, en medio del espacio, rodeado por una extraña membrana protectora...
|